Nos encontramos ante una transformación del lenguaje que, desde nuestro punto de vista, marca un uso más frecuente, pero menos conocido por gran parte de los expertos de la lengua. Si bien es cierto que enfrentamos una era digital maravillosamente avanzada, también es visible que ésta evoluciona a partir de los cambios sociales de los que somos parte, así al haber un cambio de prácticas sociales, a través del uso de nuevas tecnologías, también surge la necesidad de comprender e integrarse a las demandas que el uso de lenguaje como interacción requiere de nuestro papel como miembros de la comunidad, no sólo inmediata, sino mundial que conformamos cada uno y en conjunto.
Es precisamente ante esta situación que nos preguntamos cuál es el elemento que falta para abordar apropiadamente, o quizá mejor dicho, a profundidad las nuevas prácticas letradas a las que ya se han referido los especialistas (Cobo: 2007), dentro del contexto escolar. Es evidente que no podemos seguir invirtiendo el tiempo en prácticas poco funcionales para los estudiantes, que los lleve a la producción de géneros poco comunes y significativos en su contexto.
De esta manera surge la Web 2.0, como un sistema abierto que permite a los usuarios integrarse en una actividad de interacción continua, en donde cada uno es parte de un cerebro que se construye y comparte al mismo tiempo. Es magnífica la idea de ver esta construcción como una arquitectura de la participación, como lo explica Cobo (2007), que significa en la medida en que los usuarios son sujetos activos. Analizando esto, entonces comprendemos porque, continuando con Cobo, la sabiduría de un colectivo es más significativa que la de los expertos, es decir, el grupo es quien le da vida a la red, a la práctica social.
Volvamos a nuestro ámbito escolar, y veamos la otra cara de la moneda. ¿Qué es lo que sucede que el estudiante y profesor ven separados el mundo digital del mundo físico que vive en el aula? Después de todo aquél es el mejor ejemplo y espacio para el trabajo colaborativo que hoy en día tanto se busca, no es verdad. ¿Por qué no hacer coincidir estos dos mundos, y cambiar la visión para hacer comprender al estudiante que no es un elemento más en el salón, sino una pieza fundamental y valiosa en el proceso de aprendizaje que al prescindir de ella, el edificio tendrá una arquitectura totalmente diferente? ¿Por qué no sembrar y hacer crecer, a través de los ejes transversales, estas nuevas prácticas digitales en toda la formación de los estudiantes, que les ayuden a desarrollar herramientas esenciales en su contexto inmediato, y no sólo queden en la materia de computación? Nos parece vital comenzar por nosotros profesores, a entender y asimilar que nos tendríamos que mover en un sistema horizontal. Difícil, cierto, pero es necesario hacerlo.
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